Por supuesto. En la tierra firme roscana, los Magres són una estirpe familiar cuyos miembros pisan las calles y, solo de vez en cuando, van al río que no les da el mote pero se lo copia. Los Magres lo son porque tienen poca grasa, pero como también hay carne de magro que los hombre cortan y venden, es muy difícil saber el origen de su apodo. ¿Puede que fuera un antepasado delgado o carnicero? Nadie lo sabe.
De lo que estoy seguro es que aquel Magre originario, aquel inicio de la tradición, paseó por la orilla del río. De su río. De nuestro río. Un río repleto de nombres, porque una cosa es la oficialidad y otra la disposición de sus usuarios, de los espectadores, para bautizarlo según la zona. Magro, Oleana, Ranera, Juanes, Rambla de Carlet, Rambla de Algemesí… Los rincones, los lugares del río son madrigueras donde anidan las palabras que le dan el nombre
El río humanizado es el río que lo mira. Importa el selfi que te haces con él al fondo, los niños que juegan en la acera, el vehículo que se acerca, la señal de tráfico tumbada, la huerta cercana, los caminos que llevan, los disfrutes que se incorporan, los cielos que dejan volar la rica fauna de albufera y las máquinas que los hombres fabrican, los reflejos que necesitamos para encontrarle distorsiones a un árbol, el libro que se lee apoyando la espalda en uno de los eucaliptos que alguien plantó sin pensar, el descubrimiento de una amonita fósil que ocupará la palma de la mano…
Magre fotollibre